DON ERNESTO ARTAL
El padre del esposo
de Ángela, que era viudo, en sus años de juventud, compró un terreno en el país
vasco muy barato, se trataba de una zona alejada cerca de un riachuelo. Poco a
poco fue construyendo una fábrica textil, la cual fue creciendo y produciendo,
hasta tal punto que montó varias fábricas por distintos lugares de España. Al
morir, después de una penosa enfermedad, le dejó todas estas fábricas a su
único hijo, Ernesto Artal, cuando contaba con 19 años.
A partir de ese
momento, le cambió la vida a Ernesto, de una persona que se pudiera decir que
no hacía nada, a ser dueño y responsable de cinco fábricas.
Su comportamiento
era duro, era un patán, no le importaban las personas que trabajaban en las
fábricas, es decir, no lE importaba más nada que su beneficio económico.
Continuamente
viajaba de un lado a otro, para tratar de administrar y controlar los negocios,
a cada sitio que iba, iba a diferentes reuniones y a los bares donde conocía a
muchos hombres , amigos y enemigos y a muchas mujeres con quienes compartía todo
tipo de actividades, sexo y a las cuales valoraba muy poco.
Así transcurrió un
tiempo, se contactó con diversas personalidades extranjeras, los cuales les
propusieron diferentes negocios en distintas partes del mundo. Él aceptó y a
partir de allí comenzaría una etapa de viajes por el mundo y así ampliar sus
negocios a nivel internacional.
Entretanto, a los
30 años, conoció a Ângela en una reunión familiar, cuando ella tenía 17 años le
gustó, pensó que sería una buena compañera sobre todo para los viajes y la
enamoró. Le mostró le mostró una falsa conducta, que nunca había llevado ni
llevaría. Pronto se casaron.
En los primeros
años de matrimonio, Angela ayudó y apoyó a su marido en todas las actividades. Viajó
con él a cinco países. Pero poco a poco, el amor de su vida, cambiaría su
comportamiento, haciéndole sentir la mujer más infeliz de la tierra.